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La lengua de señas o de signos es la lengua natural de expresión y configuración gesto-espacial y percepción visual gracias a la cual los sordos pueden comunicarse con su entorno social. Se basa en movimientos y expresiones a través de las manos, los ojos, el rostro, la boca y el cuerpo. Las personas sordas son los principales usuarios de la lengua de señas pero ésta puede ser utilizada también por monjes que han tomado un voto de silencio o en algunas actividades deportivas por ejemplo.

AGESTRAD blog Lengua de señas

La historia de la lengua de señas es tan antigua como la de la humanidad. De hecho, ha sido y sigue siendo empleada por comunidades de oyentes. Por ejemplo, los amerindios de la región de las Grandes Llanuras de América del Norte usaban una lengua de señas para hacerse entender entre etnias que hablaban idiomas diferentes, y este sistema estuvo en uso hasta mucho tiempo después de la conquista europea. Otro ejemplo es el caso de una tribu única en la que la mayoría de sus miembros eran sordos debido a la herencia. Entonces, se empleó una lengua de señas que llegó a ser de uso general, también entre oyentes, hasta principios del siglo XX. Sin embargo, no existen referencias documentales sobre estas lenguas antes del siglo XVII.

Uno de los primeros documentos escritos que trata de las lenguas de señas es Crátilo de Platón, donde dice que si no teníamos la lengua ni la voz, intentaríamos comunicarnos, como los mudos, a través de signos de la mano, de la cabeza y de todo el cuerpo.

Durante la Edad Media, la lengua de señas era principalmente utilizada en las abadías por los monjes. En el siglo XVI, Pedro Ponce de León, un monje benedictino español considerado como el primer “profesor para los sordos” crea una escuela para los sordos en el monasterio San Salvador en Oña (Castilla y León). Utilizaba un alfabeto manual basado en las lenguas de señas monásticas empleadas por los monjes que habían tomado un voto de silencio.

En 1620, Juan de Pablo Bonet publica Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos en Madrid. Esta obra será considerada como el primer tratado moderno de fonética en la lengua de señas que establece un método de enseñanza oral para los sordos y también un alfabeto manual.

A la misma época en Gran Bretaña, los alfabetos manuales se utilizaban en distintas áreas como la comunicación secreta, hablar en frente de una audiencia pero también para la comunicación de las personas sordas y mudas.

Con el paso del tiempo, otras escuelas e instituciones fueron creadas en el resto de Europa y del mundo (Francia, Italia, Estados-Unidos,…).

Hoy en día, existen varias lenguas de señas que difieren entre sí tanto en el léxico (conjunto de señas o signos gestuales) como en la gramática, y que son originarias de la lengua de señas francesa, británica y alemana entre otras. Desde los años 1980, varios especialistas y sociólogos se interesan mucho más a la lengua de señas que es finalmente reconocida como lengua “de pleno derecho” en varios países del mundo.

 

 

Cómo la lengua dibuja nuestro mundo y con él también nuestra personalidad.

 

La lengua nos abre puertas. Sin referirse a las famosas “puertas al futuro” en un mundo laboral, marcado por la globalización, se trata una llave universal para todo tipo de comunicación. A través de ella nos expresamos nosotros mismos, describimos el mundo tal como lo vemos y criticamos o apoyamos sus propiedades singulares. Somos lo que decimos.

 

¿Por qué el cielo ruso es mas azul?

¿Por qué el cielo ruso es mas azul?

 

¿Un inglés piensa diferente a un ruso?
El pensamiento está claramente influido por la lengua que una persona utiliza. Sus límites (en términos de léxico y gramática), muchas veces también representan los límites de su percepción del mundo. Esta visión de un universo más o menos colorido, dependiendo del idioma que lo describe, se confirmó en un estudio del año 2007 en los Estados Unidos. Fueron entrevistados y testados 26 rusos y 24 ingleses y literalmente el cielo sobre Rusia parece ser más azul que en Inglaterra. Donde el inglés utiliza adjetivos para describir los diferentes tonos de azul (“lighter blue”, “darker blue”), el ruso dispone de propias palabras (“goluboy”y “siniy”), por lo tanto también las ordena en dos propias categorías lingüísticas.

 

Las consecuencias de tal proceso se presentan de inmediato: La distinción entre los diferentes tonos de azul aparentemente es más fácil para un hablante nativo de ruso.  Resuelven las tareas con mayor velocidad que los nativos ingleses. Parece que su vista y por lo tanto también su capacidad perceptiva se agudizó con el uso de la lengua rusa. ¿Pero eso quiere decir que los alemanes, los españoles o los japoneses somos todos daltónicos?

 

El componente cultural
“Somos lo que decimos” no es una suposición sacada de la manga porque al igual que se demostró que la lengua influye nuestra forma de pensar, aplicado a la personalidad se presentan semejantes resultados: la percepción de sí mismo cambia, dependiendo del idioma que lo describe.

 

Michele Koven y Susan Ervin demuestran en sus investigaciones el asunto de manera independiente pero utilizando métodos parecidos. En conversaciones con personas bilingües (francés/portugués y francés/japonés) las respuestas a una misma pregunta varían según el idioma escogido como medio de comunicación. Cuando se describen a sí mismas por ejemplo, enfocan diferentes características personales, dependiendo a su vez de las características predominantes en las distintas culturas.

 

Este factor cultural sirve como base para muchos pensamientos críticos. No solamente la lengua sino su alrededor hace que nuestra percepción varíe. Las circunstancias bajo las que aprendemos un idioma influyen sobre la manera en la que sus hablantes se perciben a sí mismos dentro de este ámbito lingüístico. El ámbito geográfico o el modo de vida define la necesidad de denominar aspectos específicos, como las variaciones del azul, pero no impide su percepción. El hecho de hablar solamente un idioma no nos hace daltónicos, ni nos cierra puertas. Ser bilingüe tampoco nos hace tener una personalidad múltiple. Simplemente nos adaptamos a nuestro entorno porque al final de todo el ser humano es eso: un producto de la evolución.

 

 

 

 

El Coco, la Bruja Piruja, el Ratoncito Pérez…

El mundo de los niños está lleno de seres fantásticos, y realmente fantásticos son.

 

2015-05-21-El-Coco-y-sus-amigos

Que viene el coco de Goya

En todas las sociedades los niños poseen un mundo propio de creencias que incluye multitud de personajes fantásticos. Estos personajes no suelen ser considerados como mitos en toda la extensión del concepto, pues sólo son “reales” para un determinado porcentaje de la sociedad: los niños más pequeños. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el porcentaje de infantes con respecto al total de la población no es tan desdeñable, deberemos concluir que estas creencias forman parte del “mundo real” de un gran número de individuos.

 

Aunque hoy en día la alusión a estos seres parece haber disminuido, siempre es interesante conocer en cualquier cultura a toda esta tropa de asustaniños o tragachicos. En el mundo hispánico se han contabilizado más de 250 seres.

 

El más conocido en España es, sin duda, el coco. La etimología del vocablo no ha sido aclarada. Se han propuesto el latin coquus ‘cocinero’ o el náhuatl kojko ‘daño’, pero J. Corominas y J. A. Pascual consideran que el origen de la palabra coco está en el lenguaje infantil, donde se usa con el significado de ‘objeto esferico’, ‘agalla’, ‘cabeza’, de hecho en otras muchas lenguas se emplean vocablos parecidos para designar objetos esféricos (gr. kókkos, ‘grano’, ‘pepita’, ital. còcco o cucco ‘huevo’, fr. coque ‘cáscara de huevo’, vasco koko ‘insecto, especialmente aquel negro, brillante y rechoncho’).

 

Una curiosidad: de este significado de ‘objeto esférico’ y luego ‘monstruo infantil’ habría derivado el nombre del fruto del cocotero. De hecho, la palabra coco en su significado de ‘fruto del cocotero’ procede de los portugueses (expedición de Vasco da Gama, 1498), que le dieron este nombre porque su forma esférica con tres agujeros a modo de ojos y boca les recordaba al coco, al fantasma infantil.

 

De lo que pueda ser la supuesta “vida” o “hechos” del coco no se conoce prácticamente nada, sólo se tiene una vaga idea de que comete atroces hechos, entre los que solo podría concretarse el de “devorar a los niños”, como se refiere en las expresiones de las madres a sus hijos Que te comerá el coco, pero del que simplemente se puede decir también Que viene el coco o Que llamo al coco. También puede llevarse al niño a algún lugar lejano para ya no volver nunca más.

 

Quizá la primera descripción de este personaje y sus hechos sea la de Sebastián de Horozco, quien en su Libro de los Proverbios Glosados (1570-1579) explica las expresiones “Cata el coco” o “guarda el coco” afirmando que:

 

«Estas son unas palabras para poner miedo o espanto espeçialmente a los mochachos que quando lloran o piden algo para hazerles callar o que no pidan les dizen, “Guarda el Coco.” Y Coco es un espantajo que les hazen de que ellos han miedo. Y son palabras con que suelen espantar al ladrón con la justicia que es el Coco y al enemistado con su enemigo y así de otros. Y suelen dezir en este caso quando uno es hombre bravo y desaforado. Fulano es tal que con él callan los niños quando lloran como se escribe de un caballero castellano llamado Melendo Rodríguez Gallinato en la Corónica del rey don Fernando 3 el Sancto que ganó a Sevilla y a toda la Andaluzía. Que este caballero tomó a los moros una torre en un lugar que se dezía Maragazamara a un quarto de legua de la villa y castillo de Morón. Y de allí corría a Morón hasta las puertas tres vezes al día de manera que no dexaba a los moros fuera de la villa cosa de que se pudiesen aprovechar. Y cobráronle tanto miedo los moros que no osaban salir fuera de la villa. Y quando algún niño lloraba le espantaban con él diziendo “Cata que viene Melendo”, y luego callaba» , y luego callaba. [Horozco, 1994: 266-267].

 

Sebastián de Covarrubias Orozco, quien recoge el vocablo en su Tesoro de la lengua castellana o española [Covarrubias, 1611: 326] nos ofrece otro dato interesante, el hecho de que sea «figura que causa espanto, y ninguna tanto como las que están a lo oscuro o muestran color negro». Con el paso del tiempo la representación popular lo ha concretado en un fantasma con una calabaza vacía como cabeza [Gran Diccionario Enciclopédico, 1996: 151], lo que quizá justifique más la etimología de J. Corominas y J. A. Pascual. Por otras fuentes podemos conocer que el coco tiene los pies peludos [Rosenfeld et alii, 2005] y la cabeza de calabaza [vid. Corominas, Pascual, 1980:110].

 

Federico García Lorca en una conferencia pronunciada en 1928 disertaba sobre El Coco del siguiente modo:

“El Coco […] forma parte de ese mundo infantil, lleno de figuras sin dibujar, que se alzan como elefantes entre la graciosa fábula de espíritus caseros que todavía alientan en algunos rincones de España […]. Dicen que EL COCO tiene la cabeza muy redonda y llena de pelo. Por ello los conquistadores llamaron del mismo modo a una fruta tropical con la que se encontraron al llegar a América […]. La fuerza mágica del Coco es precisamente su desdibujo. Nunca puede aparecer, aunque ronde las habitaciones. Y lo delicioso es que sigue desdibujado para todos. Se trata de una abstracción poética, y, por eso, el miedo que produce es un miedo cósmico, un miedo en el cual los sentidos no pueden poner sus límites salvadores, sus paredes objetivas que defienden, dentro del peligro, de otros peligros mayores, porque no tienen explicación posible. Pero no hay tampoco duda de que el niño lucha por representarse esa abstracción, y es muy frecuente que llame «cocos» a las formas extravagantes que a veces se encuentran en la Naturaleza. Al fin y al cabo, el niño está libre para poder imaginárselo. El miedo que le tenga depende de su fantasía, y puede, incluso, serle simpático. Yo conocí a una niña catalana que, en una de las últimas exposiciones cubistas de mi gran compañero de Residencia Salvador Dalí, nos costó mucho trabajo sacarla fuera del local, porque estaba entusiasmada con los «papos», los «cocos», que eran cuadros grandes de colores ardientes y de una extraordinaria fuerza expresiva.” [García Lorca, 1928 (1987): 289].

 

La primera vez que aparece el coco es en el Cancionero de Antón de Montoro, de 1445, donde leemos:

 

tanto me dieron de poco

que de puro miedo temo,

como los niños de cuna

que les dicen ¡cata el coco!

 

El Coco está presente en numerosas nanas españolas. La más antigua registrada se encuentra en el Auto famoso de los desposorios de la Virgen de Juan Caxés (1609) y reza del siguiente modo:

 

«Ea, niña de mis ojos,

duerma y sosiegue,

que a la fe venga El Coco

si no se duerme».

 

No obstante, la nana más popular en España, documentada ya en una colección de villancicos de 1649, dice así:

 

«Duérmete niño

duérmete ya

porque viene El Coco

y te comerá.

Cállate muchacho

duérmete poco a poco,

guarda, niño,

que viene El Coco».

 

En cualquier caso es claro que el coco, como tantas otras realidades de naturaleza popular (los chistes, las leyendas, los rumores, etc.), puede tener variantes dependiendo de la zona.

 

Se documentan otras variantes como Kukui (México), Cocomán (EE.UU.), Cocorícamo (Cuba), Cucufo (Perú). En España existen además las formas Cocón (Aragón), Caco (Mallorca), Cucala y Coco Cirioco [vid. Dingo, 2007].

Junto al coco conviven además otros equivalentes en distintas regiones de España: en Cataluña, Valencia e Islas Baleares está el papu, en Galicia se cree en el sacaúntos, en vasco existe mamo, mamorro, mamu, papao y mozorro.

 

En otra ocasión hablaremos de los amigos del Coco, como El Hombre del Saco, la Bruja Piruja, el Bu, el Tío Camuñas, el Papo…