• Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Русский
  • Italiano
  • Português
  • Dansk
  • Lietuviškai

Desde hace años, es común decir que los esquimales tienen 40 palabras o más para referirse a lo que nosotros denominaos sencillamente “nieve”. Sin embargo, según nuevas investigaciones lingüísticas acerca del “idioma esquimal”, no es completamente cierto que existan 40 palabras para esta denominación.

 

Todo empezó cuando el lingüista y antropólogo Franz Boas publicó en el prefacio de su libro Handbook of American Indian languages (1911:25) la siguiente afirmación:

 

“Otro ejemplo del mismo tipo sería las palabras para NIEVE en esquimal. Aquí encontramos una palabra, “aput”, que expresa NIEVE SOBRE EL SUELO; otra, “qana”, NIEVE CAYENDO; una tercera, “piqsirpoq, NIEVE A LA DERIVA; y una cuarta, “qimuqsuq”, NIEVE ARRASTRADA POR EL VIENTO.”

 

¿Realmente tienen los esquimales 40 palabras para referirse a la nieve?

¿Realmente tienen los esquimales 40 palabras para referirse a la nieve?

Esta inocente ejemplificación sirvió de pretexto para futuros lingüistas. Es el caso de Benjamin Whorf que en su artículo Science and Linguistics amplió el número a 5 palabras para designar la nieve o Roger Brown que lo redujo más tarde a 3. Pero fue tras una generalización en 1975 de Carol Eastman al comentar que son “muchas palabras”, en su Aspects of Language and Culture, lo que llevó a Landfors Wilson a afirmar que se trataba de 50 palabras las que tenían los esquimales para nombrar a la nieve. Para 1984, esta afirmación ya se había difundido por varios medios de divulgación de masas, como la televisión y la prensa, por lo que el hecho tan curioso se volvió bien conocido.

 

Sin embargo, como indicamos al principio de este texto, esa afirmación no es cierta. El primer problema que se encontraron los lingüistas al analizar el tema es que el “idioma esquimal” no existe de por sí. Es decir, que la etnia Inuit (en teoría la que habla el “idioma esquimal”) está compuesta por catorce comunidades diferentes que no hablan un único idioma, sino que se trata de 8 familias de lenguas que suman un total de 22 idiomas diferentes.

 

Pero, ¿cómo surgió entonces esta confusión? La respuesta es realmente sencilla: los Inuits usan lenguas aglutinantes. Una lengua aglutinante es aquella en la que las palabras se forman uniendo monemas independientes. Un ejemplo de ello es el finlandés, así, la palabra taloissani «en mis casas» está compuesta por: talo «casa» + i marca de plural + ssa marca de lugar («dentro de») + ni sufijo que indica al posesión («mi, mis»).

 

De esta forma, volviendo al tema que nos atañe, una manera de tener un resultado más generalizado, consiste en remitirnos a las raíces comunes en todas las variantes de las lenguas inuits. En este caso son solo tres: *qaniɣ (“nieve cayendo”), *aniɣu (“nieve caída”) y *apun (“nieve sobre el suelo”). Según el lingüista Larry Kaplan, de la Universidad Alaska Fairbanks, estas tres raíces están en todas las variantes de las lenguas de los Inuit. Y es así como se han formado todas esas variaciones de la palabra “nieve” en la etnia Iniut.

 

Isabel María Cara Martín

Piedra Rosetta (British Museum)

Piedra Rosetta (British Museum)

 

La conocida como Piedra Rosetta es un monolito de 112x75x28 cm y 760 kg de peso que se conserva y se exhibe en el Museo Británico de Londres. Es en realidad un edicto del faraón Ptolomeo V publicado en Menfis en 196 a.C. Descubierta en 1799 por el soldado Pierre-François Bouchard durante las campañas de Napoleón a Egipto, pasó poco después a manos de los británicos.

 

La Piedra Rosetta es famosa por ser un raro ejemplo de texto escrito en tres sistemas de escritura de la Antigüedad y por haber servido para traducir los jeroglíficos egipcios. Contiene un mismo texto pero escrito primero en jeroglíficos egipcios, a continuación en escritura demótica egipcia (forma simplificada de los jeroglíficos usada en textos legales y comerciales) y en griego antiguo.

 

Es por ello que se ha convertido en un símbolo para traductores y lingüistas.

 

¿Por qué no vemos algo más concreto de cómo se descifraron sus jeroglíficos?

 

Fueron muchos los que desde la Antigüedad intentaron descifrar la escritura jeroglífica, así por ejemplo Horapolo (s. IV) en su obra Hieroglyphica analiza casi 200 jeroglíficos, en muchos casos indicando su significado correcto, pero con explicaciones erróneas, y sobre todo atribuyendo un carácter simbólico a los jeroglíficos ignorando su valor fonético, error en el que cayeron todos los autores que intentaron posteriormente descifrar la escritura jeroglífica: Dhul-Nun al-Misri, Ibn Wahshiyya, Johannes Goropius Becanus, Athanasius Kircher o Jörgen Zoega.

 

Ya en 1761 Jean-Jacques Barthélemy había sugerido que los signos enmarcados en cartuchos debían de tratarse de nombres propios. Pero fue Thomas Young quien dio pasos importantísimos en el desciframiento de los jeroglíficos. Así, hacia 1814 descubrió la similitud entre la escritura demótica y la jeroglífica y que la escritura jeroglífica era mixta (fonética y logográfica). Además, por sugerencia de Silvestre de Sacy, identificó el valor fonético de los nombres propios de los cartuchos con ayuda del texto en griego presente en la Piedra Rosetta.

 

El nombre en jeroglífico:

Ptolomeo Jeroglífico

 

pudo ser identificado con la palabra en griego

Ptolomeo greek

 

o sea, Ptolemaios (Ptolomeo).

 

A partir de ahí se pudo ir estableciendo equivalencias entre los tres sistemas de escritura:

 

Ptolomeo Hier Dem Greek

 

Con todo este material trabajó Jean-François Champollion (1790-1832), a quien se atribuye el desciframiento pleno de los jeroglíficos  El análisis de los signos de otros nombres entre cartuchos permitió a Champollion crear un “alfabeto” de los jeroglíficos egipcios con sus equivalencias en demótico y griego.

 

Ptolmis Kleopatra

 

Tableau des signes phonetiques
Tabla de signos fonéticos de Champollion

 

Champollion fue desarrollando el estudio de los jeroglíficos a través de diversas obras hasta culminar con una Gramática egipcia y un Diccionario egipcio de escritura jeroglífica (ambos publicados póstumamente).

 

Champollion descubrió que la escritura jeroglífica constaba de signos ideográficos, fonéticos y determinativos.

 

Ejemplo de signo ideográfico sería  que significa ‘Sol’ (y el dios Ra, el Sol).

Ejemplos de signos fonéticos serían  y  , que juntos darían

 

Y ejemplo de signo determinativo sería , que se usaba para indicar a un dios o un rey.

 

¿Por qué no estudiar jeroglíficos?

 

 

 

Mambrú en la guerra

Mambrú en la guerra

 

Todas las lenguas han necesitado a lo largo de su historia incorporar realidades de origen extranjero. Esto se puede hacer de muchas maneras: mediante barbarismos, adaptaciones, calcos, eufonías

 

Algunos casos, como los que comentamos a continuación, son muy curiosos:

 

Así por ejemplo, los llamados etnónimos(denominación de un pueblo) y exónimos (denominación que recibe un lugar geográfico o una nación por parte de un pueblo extranjero).

 

Ya Julio César indica en su Guerra de las Galias que los que ellos llamaban galos, se denominaban a sí mismos celtas.

 

Los que en muchos idiomas llamamos siouxse denominan a sí mismos lakota, dakota o nakota (en función del dialecto), y es el origen del nombre de dos de los estados de EE.UU. (Dakota del Norte y Dakota del Sur).

 

Los que llamamos apachesse denominaban a sí mismos inde, dine o nide, que significa “el pueblo”. El nombre de apache en realidad le fue puesto por los españoles, y aunque tiene un origen incierto se ha sugerido que podría venir de la palabra zuñi apachu ‘indios navajos’, del yavapai pache, es decir, ‘enemigo’, o incluso del español mapache.

 

Otros exónimos curiosos son włosi, que es como los polacos llaman a los italianos (emparentado con el celta volcae, el godo *Walhs y el antiguo eslavo volojo, con que se denominaban a los pueblos románicos en general); niemcy(que vendría a significar ‘mudos’), que es como los rusos llaman a los alemanes; tedesco, que es como llaman los italianos a los alemanes; etc.

 

Por otro lado, los chinos se denominan a sí mismos han o zhong guo ren; los esquimales, inuit o yupik; los albaneses, shqiptar; los finlandeses, suomi… aquí nadie se llama como es.

 

Otros casos curiosos son las adaptaciones fonéticas, como las eufonías. Así, en América hay un sitio que sus habitantes llamaban Cuauhnáhuac, y como los españoles no podían pronunciar eso, pues acabó siendo Cuernavaca.

 

Y qué decir del encantador Mambrú de nuestra canción infantil “Mambrú se fue a la guerra…”. Pues que es en realidad nada más y nada menos que John Churchill, duque de Marlborough, quien participó en la Guerra de Sucesión Española. Pero claro, lo de mambrú es más fácil de pronunciar. Y así se quedó en español cuando se adaptó la canción del francés, canción que, por cierto, cuenta con diferentes versiones en muchas lenguas.

 

 

 

 

“Un estudio elaborado por el Instituto Americano de Físicos de Emergencia en 2012 analizó los errores de interpretación que tuvieron consecuencias clínicas y constataron que el número de errores era significativamente más bajo entre los intérpretes profesionales que entre intérpretes ad hoc, un 12 por ciento frente a un 22 por ciento. Y entre los profesionales con más de 100 horas de práctica los errores caían hasta el 2 por ciento.

 

Interpretación médica

 

Sorprendente, sin duda. Ad hoc aquí significa novato e inexperto. En ciertos países como el Reino Unido y los Estados Unidos, la formación es una posibilidad para aquellos que cuentan con tiempo y dinero. ¿Qué debería abarcar esta formación si tenemos en cuenta que los estudiantes ya se desenvuelven como intérpretes generales?

 

  1. Terminología médica y fraseología. Es en lo que se piensa en primer lugar, pero hay mucho más de lo que a menudo se cree. Existen diferentes niveles de lenguaje médico. Existe el nivel técnico que utilizan entre sí los profesionales de la salud; después tenemos el nivel con el que acostumbran a comunicarse con personas que solo conocen un “registro” popular o no versados en el tema.

 

Tomemos el siguiente ejemplo:

 

Técnico: trombosis coronaria.

 

Popular: ataque al corazón.

 

No versados y niños: dolor fuerte en el pecho.

 

Los intérpretes expertos deberían conocer todos los registros y cómo utilizarlos. Muchas administraciones sanitarias locales publicaron glosarios en las lenguas más habladas en sus comunidades.

 

  1. Conocimiento básico de medicina, primeros auxilios y anatomía en ambas lenguas a nivel Wikipedia o cuidados básicos. Si el médico dice, “Creo que tiene el menisco roto. ¿Le duele?”, puede darse que el paciente no sepa dónde está el menisco, pero el intérprete sí tiene que saberlo.
  2. Tratar con personas (y consigo mismo) en circunstancias estresantes e incluso peligrosas. No hay que inquietar al paciente más de lo que ya está, al contrario; en ocasiones es el personal médico el propio problema porque no escuchan atentamente y con mente abierta, por ejemplo. Y, desde luego, el intérprete no puede desmallarse al ver sangre.
  3. Ética médica. El intérprete forma parte del equipo médico y tiene que respetar las mismas reglas que el resto, por ejemplo, saber qué o qué no se le puede contar a la familia del paciente.

 

Por lo tanto, lo ideal sería que la mayor parte de las interpretaciones las llevasen a cabo intérpretes formados y cualificados. Aun así existen varios matices. ¿Dónde encontrar los intérpretes que hablen los idiomas necesarios y cómo saber si están disponibles cuando y donde se les necesite?

 

Aquí es donde nos topamos con la realidad.

 

“Hace trece años, el estado de Oregón reconoció el problema y les pidió a médicos y hospitales que empezasen a utilizar intérpretes profesionales. La Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud ha ampliado el tipo de materiales que los hospitales y aseguradores tienen que traducir para aquellas personas que no hablan inglés. Pero tras haber aprobado dicha ley hace más de una década, Oregón sigue teniendo problemas a la hora de proporcionarle a sus pacientes la interpretación médica que necesitan”.

 

“Eby [Helen Eby, una intérprete médica certificada en Oregón] dice que Oregón cuenta con unos 3500 intérpretes médicos [es decir, intérpretes que pueden actuar en tales situaciones], pero que sólo 100 de ellos cuentan con la cualificación oportuna. Es decir, hoy por hoy cuentas con un 3 por ciento de posibilidades de que te atienda un intérprete cualificado o certificado en Oregón, “dice que “En mi opinión las posibilidades son muy bajas”.

 

Esto sale en un artículo no sobre algún país subdesarrollado que carece de infraestructuras médicas, sino de un estado americano con un sistema sanitario altamente desarrollado.

 

Sabiendo que la situación no mejorará a corto plazo, soy partidario de la interpretación por teléfono, la cual debería hacer que el limitado número de intérpretes médicos fuesen más disponibles. Pero resulta que la interpretación por teléfono tiene sus propios problemas a la hora de interpretar: la lectura del informe médico. Otra solución sería la de formar a más intérpretes, sin embargo:

 

“Ella [Eby] dice que se tarda mucho tiempo y supone mucho dinero conseguir el certificado, y, tras haber pasado por toda esa formación, una persona puede encontrarse que él o ella puede conseguir más dinero o tener un estilo de vida más estable en otro trabajo – como el de traductor de sentencias judiciales. Eso se debe a que en la interpretación médica suelen ser [considerados] asesores y no se les pagan por los viajes. Además las horas pueden escasas y esporádicas”.

 

Así pues parte del problema y su solución potencial es financiera. La promoción de cursos debería estar dirigida, en primer lugar, en trabajar con intérpretes que ya cuentan con la experiencia general y deberían de ser cursos baratos y subvencionados. Los intérpretes médicos deberían de estar mejor pagados y deberían de existir unas diferencias mayores entre sus tarifas y las de los intérpretes sin formación para así crear un incentivo para actualizar sus respectivas formaciones.

 

Mientras tanto, animo a que la masa, el otro 97%, sea reconocido, estudiado e incorporado, no ignorado. En última instancia, al paciente debería dársele información al respecto. Algo como lo que sigue:

 

“El intérprete que le ha sido asignado es un intérprete general competente pero no cuenta con la titulación de Intérprete Médico Experto (EMI). [O, en algunos casos, “El intérprete… no tienes o apenas tiene experiencia en interpretación y no cuenta con el certificado…]. Tenga en cuenta de que el peligro de errores de comprensión es significativamente mayor cuando el intérprete no es un EMI, al igual que el peligro de un fallo de diagnóstico aumenta en el caso de que el médico no es un especialista.

 

Aquí le enumeramos algunas cosas que puede hacer para ayudar.

 

Si cuenta con un glosario bilingüe o información sobre el paciente y su estado médico lléveselas al intérprete lo antes posible.

 

¿Lo que dice el intérprete tiene sentido y encaja en el cuadro clínico? Si no, pídale al intérprete que repita, y si sigue sin entenderlo pídale una explicación de la traducción.

 

¿La interpretación es mucho más corta que el original? Si es así, asegúrese junto con el intérprete de que no ha olvidado nada.

 

No se apoye en pacientes cercanos o niños a menos de que no le quede otra alternativa. Es posible que sus traducciones se vean afectadas por su involucración emocional.

 

Interpretar es agotador. Procure ofrecerle al intérprete una pausa periódicamente.

 

Si el intérprete comete muchos errores, pida otro.

 

Y para los propios intérpretes:

 

Forma parte de un equipo médico, sujeto a ética médica. No intente intervenir en el tratamiento o diagnóstico de los médicos.