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Culturas perdidas Los Ainu

En todos los continentes, por no decir todos los países, existen (o existieron) culturas minoritarias e indígenas que, a lo largo del tiempo, se han visto asimiladas por comunidades más amplias y capacitadas. Una de las más conocidas, por ejemplo, es la de los indios nativos de Norteamérica, reducidos a vivir en «reservas» cuando ellos estaban allí antes que los que los expulsaron. Otros grupos que nos tocan de cerca, por motivos obvios, son los nativos de Centroamérica y Sudamérica, como los tz’utujiles, de tradición maya y presentes en Guatemala, o los aimaras, repartidos por Bolivia, Perú, Chile y Argentina.

Si bien es cierto que todos los pueblos indígenas tienen que lidiar no solo con la situación política del país, que muchas veces los pone contra las cuerdas, sino con su propia subsistencia y el reconocimiento como nativos, algunos están en una situación mucho más crítica como pueblo que otros.

Una de estas culturas indígenas es la de los ainu (アイヌ), presentes en Japón (Hokkaido) y en Rusia (Islas Kuriles, Isla de Sajalín). Aunque se estima que hay más de 200.000 descendientes de este pueblo en la actualidad, solo algo más de 20.000 está registrado como ainu; el resto, probablemente, se habrá visto asimilado por la cultura japonesa mayoritaria (que se llamaban a sí mismos «yamato» o «wajin») y no tienen consciencia de su ascendencia, o simplemente no quieren sentirse diferentes.

Se dice que los ainu surgieron tras la unión de otras dos culturas indígenas que vivían en la misma situación geográfica, los okhotsk y los satsumon. Controlaban la isla de Hokkaido, situación que molestaba a los japoneses, por lo que las disputas y guerras entre ambos fueron frecuentes durante los periodos Muromachi (1336-1573) y Edo (1601-1868). En este último, los ainu empezaron a comerciar con los japoneses y acabaron dependiendo demasiado de los bienes importados. Las epidemias, como el sarampión o la viruela, contribuyeron para que la población de ainu descendiera drásticamente durante los siglos XVIII y XIX. Las reformas sociales que se llevaron a cabo durante la restauración Meiji, que pretendía modernizar el país y ponerlo a la par con occidente, no tardaron en resultar nocivas para el pueblo ainu. En 1899 los ainu dejaron de ser indígenas por ley y tuvieron que aprender japonés, adoptar nombres japoneses y seguir su cultura y religión, dejando atrás todo lo que los reconocía como ainu. Tuvieron que esperar hasta la década de los 80 en Rusia y 2008 en Japón para ser reconocidos oficialmente como cultura indígena.

Las facciones de los ainu originales son más parecidas a la de los mongoles y otros grupos tanto de Asia como de Oceanía que a las de los japoneses y sus tradiciones, religión y modo de vida también diferían. Vivían en casas muy pequeñas sin amueblar, con dos puertas y una ventana. Se consideraban adultos a edades distintas: las mujeres de los 15 a los 16 y los hombres de los 17 a los 18. Vestían trajes tejidos con la corteza interior del olmo, vivían de la caza, la pesca y el cultivo y rendían culto a dioses basados en elementos naturales y animales. Estos cultos no tenían líderes espirituales de por sí, sino que, generalmente, el jefe de la aldea ejercía también de sacerdote y practicaba los ritos que consideraba necesarios.

El idioma ainu se transmitía de manera oral de generación en generación, por lo que su transcripción se realizaba mediante el cirílico o uno de los silabarios japoneses, el katakana. Se considera una lengua aislada, ya que no se ha podido demostrar su relación con ninguna familia lingüística. La teoría más reciente lo ubica, junto al japonés, en el grupo de lenguas austroasiáticas mediante un programa automático de comparación lingüística que se sirve de bases de datos de listas de palabras. Alexander Vovin, profesor de la Universidad de Hawaii, dividió en 1993 el ainu en tres grandes dialectos: Hokkaido, Kuril y Sajalín. Se cree que las variables de estos dialectos, aunque cohabitasen, por ejemplo, la misma isla, no se entendían entre ellos. El único «lenguaje» que todos los ainu comprendían era el Yukar, unas sagas de narraciones épicas que se transmitían de generación en generación por narradores especializados y dedicados a ello. Los Uepeker también eran cuentos parte de la literatura oral.

A nivel fonológico, las sílabas se presentarían como CV(C): formadas por un principio (o ataque) de consonante + vocal y una coda silábica opcional. En cuanto a vocales, presenta 5 sonidos (/a, e, i, o, u/) y como consonantes aparecen p, t, k, ts, m, n, s, h, w, j y lo que sería, comparándolo con el español, una r suave (posición intermedia o final). /p, t, ts, k/ pueden pronunciarse como [b, d, dz, g] entre vocales y tras nasales. /s se convierte en [ʃ], sibilante fricativa, antes de /i/ y al final de las sílabas. Obviamente, la existencia de dialectos conlleva a diferencias en la pronunciación y la acentuación de las palabras.

La tipología del ainu es similar al japonés. El orden en la oración suele ser de SOV (Sujeto – Objeto – Verbo), con posposiciones en lugar de preposiciones. Se considera una lengua polisintética; es decir, formada por muchos morfemas que inducen a incorporaciones, referidas a la unión de verbos y sustantivos en una misma palabra.

Al ser un lenguaje eminentemente oral, actualmente se utiliza una versión del katakana japonés o un alfabeto basado en el latino. De hecho, este último resulta mucho más útil que el japonés a la hora de transcribir la oralidad del ainu, ya que permite mayor flexibilidad que el japonés, que está segmentado en sílabas.

Como bien se expuso con anterioridad, en la actualidad muchos ainu deciden no registrarse como tal, ya que existe gran discriminación disimulada hacia ellos por no ser japoneses «puros». A pesar de que se intentó integrar a los ainu en la sociedad mediante la neutralización de sus costumbres, hoy día se pretende, con mayor o menor éxito, respetar y preservar estas tradiciones con medidas lanzadas por el gobierno japonés y grupos ainu que luchan por sus derechos.

Si no tuviéramos una palabra para decir «amor», «odio», «preocupación», «tranquilidad», ¿podríamos realmente sentirlo? Esa es una de la preguntas que se planteó el lingüista norteamericano Benjamin Whorf al observar que algo curioso pasaba con el lenguaje: nuestras categorías para observar el mundo podrían no ser las únicas posibles.

Lenguaje limitar realidad

Todo ocurrió en un viaje de expedición para estudiar al pueblo y lenguaje hopi. Fue en este trayecto donde se percató de la gran diferencia entre las lenguas europeas y la forma de expresarse de los hopi. Los hopi carecen de tiempos verbales. Centran su atención en los hechos. Si ocurrieron o no, y quien los vio. Por ejemplo, la palabra “wari”, quiere decir “corriendo”. Puede significar “corre”, “corrió”, “ha corrido”, etc.  No importa cuándo sucedió, sino que sucedió en sí y quién lo hizo o quién vió el hecho suceder.

Por lo tanto, podríamos afirmas que los hopi viven en un mundo de hecho, que pueden haber sido vistos o no vistos. En cambio, nosotros vivimos en un mundo de tiempo verbales, calendario y relojes.

Más adelante, se han realizado experimentos que corroboran esta teoría. Por ejemplo, un estudio de esta índole concluyó que los hablantes de habla inglesa y lo de lengua maya tienden a escoger o clasificar objetos de forma distinta. En el experimento, se les pidió a los dos grupos de hablas distintas que eligieran objetos parecidos a una caja de cartón. Los de habla inglesa, seleccionaron objetos con forma de caja, aunque fueran de cristal, plástico o cartón; mientras que, los de habla maya, escogían objetos de cartón, sin importar su forma. Esto se produjo porque la lengua maya da más importancia a los materiales que componen los objetos  que la forma que tienen.

En otro estudio, se entregó un cuento de unas 24 ilustraciones a cinco grupos de niños, cada grupo de procedencias distintas: turco, hebreo, alemán, inglés y español. A continuación, se les pidó que contaran con sus propias palabras la historia que habían visto en imágenes. Se encontró que cada grupo de niños, hacía énfasis en aspectos distintos. Así, los hablantes de turco, español y hebreo,podían más atención e hincapié en describir la acción, mientras que, los hablantes de inglés, describían más el lugar donde ocurría la acción. También había diferencias en los aspectos temporales y en el énfasis en los detalles que rodean a los protagonistas.

Este tipo de estudios, han dado lugar a que sea relativamente aceptado que hay una relación entre la importancia que cada lengua da a determinados aspectos de la realidad y la manera de categorizarla. Esto es como se ha denomindado a la hipótesis que sintetiza estos conceptos: “hipótesis de Whorf-Korzybski”.

Si uno tiene la suerte de hablar una lengua distinta a la materna, sabrá que cambiar de idioma, es literalmente “cambiar de mundo”. Pero no es necesario cambiar de idioma, para darnos cuenta que las palabras sí moldean la forma en que relacionamos algunos conceptos.  Y esto se debe a los discursos y las visiones de mundo que tienen asociados. En ese sentido, la forma en la que nuestro lenguaje describe el mundo, afectaría, no tanto a como vemos el mundo en sí, pero si podemos afirmar que afecta a la manera en que ordenamos categorías y establecemos relaciones entre las cosas.

 

                                            Lingue perdute

                                       Il mistero della Lineare A

 

La Lineare A – uno dei sistemi di scrittura cretesi – ha suscitato da sempre nel mondo scientifico un grande fascino e interesse da parte di studiosi di tutto il mondo. Essendo la scrittura ufficiale utilizzata in ambito amministrativo e religioso durante il periodo antecedente alle invasioni micenee – detto minoico – può essere considerato uno dei grandi enigmi del passato. Sebbene abbia qualche simbolo in comune con la Lineare B – a oggi completamente decifrata – la formazione di parole e suoni non sembra trovare radici comuni in nessuna delle lingue conosciute.

Lingue perdute: Il mistero della Lineare AVarie ipotesi sono state formulate nel corso del novecento, tuttavia nessuna di esse ha riscontrato una certezza scientifica inconfutabile.

Sicuramente la teoria più curiosa è quella che avrebbe trovato un filo comune fra la Lineare A e le lingue semitiche.
Lo studioso Jan Best, nel suo libro “Le prime iscrizioni in punico – differenze vocaliche nella Lineare A e B” affermava che vi siano state notevoli somiglianze fra il sistema di scrittura minoico e l’antica lingua di Fenicia.

Alfabeto fenicio

Alfabeto fenicio

Alfabeto fenicio Si sarebbero inoltre trovate alcune parole che parrebbero avere un’origine comune. Senza dubbio, la più famosa è “KU-RO” che diversi studiosi ne ipotizzano il significato di “Intero” o “insieme”.

Sebbene questa tesi sarebbe potuta sembrare plausibile, non era avvalorata da dati scientifici in quanto, come ben noto ad archeologi e linguisti, il sistema di scrittura di origine semitica non prevede l’utilizzo di vocali. Al contrario, la Lineare A ne è ricca e ne fa un uso abbondante come nelle lingue indoeuropee.

Un’altra tesi supportata da molti studiosi è che la Lineare A sia imparentata con il tirsenico. Il fondamento da cui si attinge questa curiosa ipotesi trova le sue radici nello storico greco Erodoto, il quale ne “Le Storie” sostiene che il popolo degli Etruschi – facenti parte del gruppo linguistico del tirsenico – provenissero dalla Lidia in Anatolia.Lingue perdute: Il mistero della Lineare A - Anatolia
In tal caso, si potrebbe addurre un’origine pre-indoeuropea comune delle lingue, risalente al II millennio a.C.
Tuttavia, Erodoto non può certamente essere considerato una fonte né attendibile né affidabile. Le sue opere, caratterizzate da iperboleggianti e fantasiosi racconti, mescolavano realtà e fantasia in una magistrale opera di narrativa storica.

In conclusione, ancora oggi non si ha nessuna certezza in merito a questa antica lingua perduta che continua ad affascinare per la sua unicità e l’alone di mistero che la circonda.

 

 

 

 

 

Francesco Ferretti

 

 

Cómo la lengua dibuja nuestro mundo y con él también nuestra personalidad.

 

La lengua nos abre puertas. Sin referirse a las famosas “puertas al futuro” en un mundo laboral, marcado por la globalización, se trata una llave universal para todo tipo de comunicación. A través de ella nos expresamos nosotros mismos, describimos el mundo tal como lo vemos y criticamos o apoyamos sus propiedades singulares. Somos lo que decimos.

 

¿Por qué el cielo ruso es mas azul?

¿Por qué el cielo ruso es mas azul?

 

¿Un inglés piensa diferente a un ruso?
El pensamiento está claramente influido por la lengua que una persona utiliza. Sus límites (en términos de léxico y gramática), muchas veces también representan los límites de su percepción del mundo. Esta visión de un universo más o menos colorido, dependiendo del idioma que lo describe, se confirmó en un estudio del año 2007 en los Estados Unidos. Fueron entrevistados y testados 26 rusos y 24 ingleses y literalmente el cielo sobre Rusia parece ser más azul que en Inglaterra. Donde el inglés utiliza adjetivos para describir los diferentes tonos de azul (“lighter blue”, “darker blue”), el ruso dispone de propias palabras (“goluboy”y “siniy”), por lo tanto también las ordena en dos propias categorías lingüísticas.

 

Las consecuencias de tal proceso se presentan de inmediato: La distinción entre los diferentes tonos de azul aparentemente es más fácil para un hablante nativo de ruso.  Resuelven las tareas con mayor velocidad que los nativos ingleses. Parece que su vista y por lo tanto también su capacidad perceptiva se agudizó con el uso de la lengua rusa. ¿Pero eso quiere decir que los alemanes, los españoles o los japoneses somos todos daltónicos?

 

El componente cultural
“Somos lo que decimos” no es una suposición sacada de la manga porque al igual que se demostró que la lengua influye nuestra forma de pensar, aplicado a la personalidad se presentan semejantes resultados: la percepción de sí mismo cambia, dependiendo del idioma que lo describe.

 

Michele Koven y Susan Ervin demuestran en sus investigaciones el asunto de manera independiente pero utilizando métodos parecidos. En conversaciones con personas bilingües (francés/portugués y francés/japonés) las respuestas a una misma pregunta varían según el idioma escogido como medio de comunicación. Cuando se describen a sí mismas por ejemplo, enfocan diferentes características personales, dependiendo a su vez de las características predominantes en las distintas culturas.

 

Este factor cultural sirve como base para muchos pensamientos críticos. No solamente la lengua sino su alrededor hace que nuestra percepción varíe. Las circunstancias bajo las que aprendemos un idioma influyen sobre la manera en la que sus hablantes se perciben a sí mismos dentro de este ámbito lingüístico. El ámbito geográfico o el modo de vida define la necesidad de denominar aspectos específicos, como las variaciones del azul, pero no impide su percepción. El hecho de hablar solamente un idioma no nos hace daltónicos, ni nos cierra puertas. Ser bilingüe tampoco nos hace tener una personalidad múltiple. Simplemente nos adaptamos a nuestro entorno porque al final de todo el ser humano es eso: un producto de la evolución.

 

 

 

Piedra Rosetta (British Museum)

Piedra Rosetta (British Museum)

 

La conocida como Piedra Rosetta es un monolito de 112x75x28 cm y 760 kg de peso que se conserva y se exhibe en el Museo Británico de Londres. Es en realidad un edicto del faraón Ptolomeo V publicado en Menfis en 196 a.C. Descubierta en 1799 por el soldado Pierre-François Bouchard durante las campañas de Napoleón a Egipto, pasó poco después a manos de los británicos.

 

La Piedra Rosetta es famosa por ser un raro ejemplo de texto escrito en tres sistemas de escritura de la Antigüedad y por haber servido para traducir los jeroglíficos egipcios. Contiene un mismo texto pero escrito primero en jeroglíficos egipcios, a continuación en escritura demótica egipcia (forma simplificada de los jeroglíficos usada en textos legales y comerciales) y en griego antiguo.

 

Es por ello que se ha convertido en un símbolo para traductores y lingüistas.

 

¿Por qué no vemos algo más concreto de cómo se descifraron sus jeroglíficos?

 

Fueron muchos los que desde la Antigüedad intentaron descifrar la escritura jeroglífica, así por ejemplo Horapolo (s. IV) en su obra Hieroglyphica analiza casi 200 jeroglíficos, en muchos casos indicando su significado correcto, pero con explicaciones erróneas, y sobre todo atribuyendo un carácter simbólico a los jeroglíficos ignorando su valor fonético, error en el que cayeron todos los autores que intentaron posteriormente descifrar la escritura jeroglífica: Dhul-Nun al-Misri, Ibn Wahshiyya, Johannes Goropius Becanus, Athanasius Kircher o Jörgen Zoega.

 

Ya en 1761 Jean-Jacques Barthélemy había sugerido que los signos enmarcados en cartuchos debían de tratarse de nombres propios. Pero fue Thomas Young quien dio pasos importantísimos en el desciframiento de los jeroglíficos. Así, hacia 1814 descubrió la similitud entre la escritura demótica y la jeroglífica y que la escritura jeroglífica era mixta (fonética y logográfica). Además, por sugerencia de Silvestre de Sacy, identificó el valor fonético de los nombres propios de los cartuchos con ayuda del texto en griego presente en la Piedra Rosetta.

 

El nombre en jeroglífico:

Ptolomeo Jeroglífico

 

pudo ser identificado con la palabra en griego

Ptolomeo greek

 

o sea, Ptolemaios (Ptolomeo).

 

A partir de ahí se pudo ir estableciendo equivalencias entre los tres sistemas de escritura:

 

Ptolomeo Hier Dem Greek

 

Con todo este material trabajó Jean-François Champollion (1790-1832), a quien se atribuye el desciframiento pleno de los jeroglíficos  El análisis de los signos de otros nombres entre cartuchos permitió a Champollion crear un “alfabeto” de los jeroglíficos egipcios con sus equivalencias en demótico y griego.

 

Ptolmis Kleopatra

 

Tableau des signes phonetiques
Tabla de signos fonéticos de Champollion

 

Champollion fue desarrollando el estudio de los jeroglíficos a través de diversas obras hasta culminar con una Gramática egipcia y un Diccionario egipcio de escritura jeroglífica (ambos publicados póstumamente).

 

Champollion descubrió que la escritura jeroglífica constaba de signos ideográficos, fonéticos y determinativos.

 

Ejemplo de signo ideográfico sería  que significa ‘Sol’ (y el dios Ra, el Sol).

Ejemplos de signos fonéticos serían  y  , que juntos darían

 

Y ejemplo de signo determinativo sería , que se usaba para indicar a un dios o un rey.

 

¿Por qué no estudiar jeroglíficos?

 

 

 

 

De supersticiones y buena suerte

¡Suerte!

Las supersticiones son un reflejo de la cultura de una civilización y estas diferencias culturales pueden sorprendernos por lo distintas que son a las nuestras. Sobre todo si se trata de las costumbres de un país que se encuentra al otro lado del mundo: China.

 

Para empezar, abordaremos la cuestión de los números. Tienen especial importancia en la cultura china y se debe a su sonoridad. En chino, varios caracteres pueden escribirse con el mismo pinyin pero pronunciarse con un tono diferente, cambiando totalmente el significado de la palabra. Así, mā (妈) significa madre y mǎ (马), caballo. El parecido no pasa inadvertido.

 

En este contexto, el número cuatro tiene un gran simbolismo en China: es el número de la mala suerte. No tiene nada que ver con el número de meses del año, la división del día en horas o la muerte de alguien, como es el caso del número trece en la cultura occidental. Se debe a que su pronunciación, (四), se asemeja a la de muerte o morir, sǐ (死). Por este motivo, el número cuatro está prácticamente ausente en todos los contextos: de la tercera planta de un edificio pasas a la quinta, no hay asiento número cuatro (ni catorce) en un tren o avión…

 

Pero también tienen un número de la buena suerte, el ocho. Su pronunciación, bā (八), es casi homófona a prosperidad o fortuna, fā (发), aunque también puede relacionarse con el budismo y su flor de loto de ocho pétalos, que representa la perfección del espíritu. Así, podemos encontrar diversos ejemplos en China que demuestran la importancia de esta superstición. Por ejemplo, los Juegos Olímpicos celebrados en China comenzaron el octavo día del octavo mes del año 2008 (08/08/08) a las ocho de la tarde.

 

Por otro lado, las tradiciones o costumbres son también un claro reflejo de una cultura, y el trasfondo histórico de un país y su situación geográfica juegan un papel importante. Por eso, cuanto más lejos estén dos civilizaciones comparadas, más diferencias podemos encontrar. En casi todas las culturas se le han atribuido una serie de virtudes o significados a diferentes animales. En la occidental, un gato negro se relaciona con la mala suerte o una paloma blanca con la paz. De esta misma manera, un ciervo o una grulla blanca son símbolo de buena suerte en China.

 

Este es, sorprendentemente, el caso del murciélago. Y se debe también, entre otros motivos, a la pronunciación de esta palabra: biānfú (蝙蝠). El último carácter, (蝠), es prácticamente homónimo al de felicidad, (福), por lo que está ligado a las buenas noticias. Se pueden encontrar numerosas pinturas y jarrones antiguos con dibujos de murciélagos e incluso en tiempos pasados era costumbre sentarse en el patio por la noche y, junto a una taza de té, observar cómo revoloteaban estos animales.

 

Así que, aunque nos pueda resultar extraño, es mejor no ofenderse o disgustarse si te regalan una pintura de un murciélago, ¡te están deseando la mejor de las suertes!

 

Beatriz Bustos Rincón

 

El Coco, la Bruja Piruja, el Ratoncito Pérez…

El mundo de los niños está lleno de seres fantásticos, y realmente fantásticos son.

 

2015-05-21-El-Coco-y-sus-amigos

Que viene el coco de Goya

En todas las sociedades los niños poseen un mundo propio de creencias que incluye multitud de personajes fantásticos. Estos personajes no suelen ser considerados como mitos en toda la extensión del concepto, pues sólo son “reales” para un determinado porcentaje de la sociedad: los niños más pequeños. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el porcentaje de infantes con respecto al total de la población no es tan desdeñable, deberemos concluir que estas creencias forman parte del “mundo real” de un gran número de individuos.

 

Aunque hoy en día la alusión a estos seres parece haber disminuido, siempre es interesante conocer en cualquier cultura a toda esta tropa de asustaniños o tragachicos. En el mundo hispánico se han contabilizado más de 250 seres.

 

El más conocido en España es, sin duda, el coco. La etimología del vocablo no ha sido aclarada. Se han propuesto el latin coquus ‘cocinero’ o el náhuatl kojko ‘daño’, pero J. Corominas y J. A. Pascual consideran que el origen de la palabra coco está en el lenguaje infantil, donde se usa con el significado de ‘objeto esferico’, ‘agalla’, ‘cabeza’, de hecho en otras muchas lenguas se emplean vocablos parecidos para designar objetos esféricos (gr. kókkos, ‘grano’, ‘pepita’, ital. còcco o cucco ‘huevo’, fr. coque ‘cáscara de huevo’, vasco koko ‘insecto, especialmente aquel negro, brillante y rechoncho’).

 

Una curiosidad: de este significado de ‘objeto esférico’ y luego ‘monstruo infantil’ habría derivado el nombre del fruto del cocotero. De hecho, la palabra coco en su significado de ‘fruto del cocotero’ procede de los portugueses (expedición de Vasco da Gama, 1498), que le dieron este nombre porque su forma esférica con tres agujeros a modo de ojos y boca les recordaba al coco, al fantasma infantil.

 

De lo que pueda ser la supuesta “vida” o “hechos” del coco no se conoce prácticamente nada, sólo se tiene una vaga idea de que comete atroces hechos, entre los que solo podría concretarse el de “devorar a los niños”, como se refiere en las expresiones de las madres a sus hijos Que te comerá el coco, pero del que simplemente se puede decir también Que viene el coco o Que llamo al coco. También puede llevarse al niño a algún lugar lejano para ya no volver nunca más.

 

Quizá la primera descripción de este personaje y sus hechos sea la de Sebastián de Horozco, quien en su Libro de los Proverbios Glosados (1570-1579) explica las expresiones “Cata el coco” o “guarda el coco” afirmando que:

 

«Estas son unas palabras para poner miedo o espanto espeçialmente a los mochachos que quando lloran o piden algo para hazerles callar o que no pidan les dizen, “Guarda el Coco.” Y Coco es un espantajo que les hazen de que ellos han miedo. Y son palabras con que suelen espantar al ladrón con la justicia que es el Coco y al enemistado con su enemigo y así de otros. Y suelen dezir en este caso quando uno es hombre bravo y desaforado. Fulano es tal que con él callan los niños quando lloran como se escribe de un caballero castellano llamado Melendo Rodríguez Gallinato en la Corónica del rey don Fernando 3 el Sancto que ganó a Sevilla y a toda la Andaluzía. Que este caballero tomó a los moros una torre en un lugar que se dezía Maragazamara a un quarto de legua de la villa y castillo de Morón. Y de allí corría a Morón hasta las puertas tres vezes al día de manera que no dexaba a los moros fuera de la villa cosa de que se pudiesen aprovechar. Y cobráronle tanto miedo los moros que no osaban salir fuera de la villa. Y quando algún niño lloraba le espantaban con él diziendo “Cata que viene Melendo”, y luego callaba» , y luego callaba. [Horozco, 1994: 266-267].

 

Sebastián de Covarrubias Orozco, quien recoge el vocablo en su Tesoro de la lengua castellana o española [Covarrubias, 1611: 326] nos ofrece otro dato interesante, el hecho de que sea «figura que causa espanto, y ninguna tanto como las que están a lo oscuro o muestran color negro». Con el paso del tiempo la representación popular lo ha concretado en un fantasma con una calabaza vacía como cabeza [Gran Diccionario Enciclopédico, 1996: 151], lo que quizá justifique más la etimología de J. Corominas y J. A. Pascual. Por otras fuentes podemos conocer que el coco tiene los pies peludos [Rosenfeld et alii, 2005] y la cabeza de calabaza [vid. Corominas, Pascual, 1980:110].

 

Federico García Lorca en una conferencia pronunciada en 1928 disertaba sobre El Coco del siguiente modo:

“El Coco […] forma parte de ese mundo infantil, lleno de figuras sin dibujar, que se alzan como elefantes entre la graciosa fábula de espíritus caseros que todavía alientan en algunos rincones de España […]. Dicen que EL COCO tiene la cabeza muy redonda y llena de pelo. Por ello los conquistadores llamaron del mismo modo a una fruta tropical con la que se encontraron al llegar a América […]. La fuerza mágica del Coco es precisamente su desdibujo. Nunca puede aparecer, aunque ronde las habitaciones. Y lo delicioso es que sigue desdibujado para todos. Se trata de una abstracción poética, y, por eso, el miedo que produce es un miedo cósmico, un miedo en el cual los sentidos no pueden poner sus límites salvadores, sus paredes objetivas que defienden, dentro del peligro, de otros peligros mayores, porque no tienen explicación posible. Pero no hay tampoco duda de que el niño lucha por representarse esa abstracción, y es muy frecuente que llame «cocos» a las formas extravagantes que a veces se encuentran en la Naturaleza. Al fin y al cabo, el niño está libre para poder imaginárselo. El miedo que le tenga depende de su fantasía, y puede, incluso, serle simpático. Yo conocí a una niña catalana que, en una de las últimas exposiciones cubistas de mi gran compañero de Residencia Salvador Dalí, nos costó mucho trabajo sacarla fuera del local, porque estaba entusiasmada con los «papos», los «cocos», que eran cuadros grandes de colores ardientes y de una extraordinaria fuerza expresiva.” [García Lorca, 1928 (1987): 289].

 

La primera vez que aparece el coco es en el Cancionero de Antón de Montoro, de 1445, donde leemos:

 

tanto me dieron de poco

que de puro miedo temo,

como los niños de cuna

que les dicen ¡cata el coco!

 

El Coco está presente en numerosas nanas españolas. La más antigua registrada se encuentra en el Auto famoso de los desposorios de la Virgen de Juan Caxés (1609) y reza del siguiente modo:

 

«Ea, niña de mis ojos,

duerma y sosiegue,

que a la fe venga El Coco

si no se duerme».

 

No obstante, la nana más popular en España, documentada ya en una colección de villancicos de 1649, dice así:

 

«Duérmete niño

duérmete ya

porque viene El Coco

y te comerá.

Cállate muchacho

duérmete poco a poco,

guarda, niño,

que viene El Coco».

 

En cualquier caso es claro que el coco, como tantas otras realidades de naturaleza popular (los chistes, las leyendas, los rumores, etc.), puede tener variantes dependiendo de la zona.

 

Se documentan otras variantes como Kukui (México), Cocomán (EE.UU.), Cocorícamo (Cuba), Cucufo (Perú). En España existen además las formas Cocón (Aragón), Caco (Mallorca), Cucala y Coco Cirioco [vid. Dingo, 2007].

Junto al coco conviven además otros equivalentes en distintas regiones de España: en Cataluña, Valencia e Islas Baleares está el papu, en Galicia se cree en el sacaúntos, en vasco existe mamo, mamorro, mamu, papao y mozorro.

 

En otra ocasión hablaremos de los amigos del Coco, como El Hombre del Saco, la Bruja Piruja, el Bu, el Tío Camuñas, el Papo…

 

 

 

Mambrú en la guerra

Mambrú en la guerra

 

Todas las lenguas han necesitado a lo largo de su historia incorporar realidades de origen extranjero. Esto se puede hacer de muchas maneras: mediante barbarismos, adaptaciones, calcos, eufonías

 

Algunos casos, como los que comentamos a continuación, son muy curiosos:

 

Así por ejemplo, los llamados etnónimos(denominación de un pueblo) y exónimos (denominación que recibe un lugar geográfico o una nación por parte de un pueblo extranjero).

 

Ya Julio César indica en su Guerra de las Galias que los que ellos llamaban galos, se denominaban a sí mismos celtas.

 

Los que en muchos idiomas llamamos siouxse denominan a sí mismos lakota, dakota o nakota (en función del dialecto), y es el origen del nombre de dos de los estados de EE.UU. (Dakota del Norte y Dakota del Sur).

 

Los que llamamos apachesse denominaban a sí mismos inde, dine o nide, que significa “el pueblo”. El nombre de apache en realidad le fue puesto por los españoles, y aunque tiene un origen incierto se ha sugerido que podría venir de la palabra zuñi apachu ‘indios navajos’, del yavapai pache, es decir, ‘enemigo’, o incluso del español mapache.

 

Otros exónimos curiosos son włosi, que es como los polacos llaman a los italianos (emparentado con el celta volcae, el godo *Walhs y el antiguo eslavo volojo, con que se denominaban a los pueblos románicos en general); niemcy(que vendría a significar ‘mudos’), que es como los rusos llaman a los alemanes; tedesco, que es como llaman los italianos a los alemanes; etc.

 

Por otro lado, los chinos se denominan a sí mismos han o zhong guo ren; los esquimales, inuit o yupik; los albaneses, shqiptar; los finlandeses, suomi… aquí nadie se llama como es.

 

Otros casos curiosos son las adaptaciones fonéticas, como las eufonías. Así, en América hay un sitio que sus habitantes llamaban Cuauhnáhuac, y como los españoles no podían pronunciar eso, pues acabó siendo Cuernavaca.

 

Y qué decir del encantador Mambrú de nuestra canción infantil “Mambrú se fue a la guerra…”. Pues que es en realidad nada más y nada menos que John Churchill, duque de Marlborough, quien participó en la Guerra de Sucesión Española. Pero claro, lo de mambrú es más fácil de pronunciar. Y así se quedó en español cuando se adaptó la canción del francés, canción que, por cierto, cuenta con diferentes versiones en muchas lenguas.

 

 

 

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